Los padres de la sexología contemporánea, W.Masters y V.Johnson afirman textualmente: "La susceptibilidad del macho humano al poder de la sugestión con respecto a su capacidad sexual, es casi increíble."
Esa sensación flotante en el aire respirado por cualquier hombre de esta edad, del temor a perder la erección, a no durar lo suficiente, a perder la "virilidad", a que le digan "inservible", es la causa principal -no existe duda alguna- de las fallas sexuales en esta edad de la crisis. La más leve alusión a la capacidad de tener una erección y sostenerla, encuentra al hombre de 40-45 años tan sensible y susceptible, que puede provocarle una brusca inhibición y desencadenarle una pérdida total o parcial de la erección. Este mismo hombre ignora que con el tiempo se le ha prolongado francamente el período refractario; necesitará minutos y, a veces horas de juego amoroso previo a una erección.
Esa sensación flotante en el aire respirado por cualquier hombre de esta edad, del temor a perder la erección, a no durar lo suficiente, a perder la "virilidad", a que le digan "inservible", es la causa principal -no existe duda alguna- de las fallas sexuales en esta edad de la crisis. La más leve alusión a la capacidad de tener una erección y sostenerla, encuentra al hombre de 40-45 años tan sensible y susceptible, que puede provocarle una brusca inhibición y desencadenarle una pérdida total o parcial de la erección. Este mismo hombre ignora que con el tiempo se le ha prolongado francamente el período refractario; necesitará minutos y, a veces horas de juego amoroso previo a una erección.
Antes, con solo mirar a alguien, ya sentía una sensación característica. El hombre, además de ignorar todo lo referente a su sexualidad, es terco y orgulloso. Eso quiere decir: "a mí, esto no puede sucederme". Entonces, empeñará sus fuerzas en la lucha sin cuartel contra sí mismo; cree - ingenuamente - que cuanto más esfuerzo de voluntad, mayor atención focalice y mayor espacio de su mente le dedique, solucionará mejor el problema. El resultado es la depresión: el proceso natural e involuntario reside en la no admisibilidad de los límites, de los afectos, de las nuevas necesidades de placer y satisfacción.
La mayor parte de los hombres, sin duda, no comentará sus problemas con otros hombres. El camino del "macho" también pasa por ahí. Y si comenta, no obtendrá respuestas honestas. La hipocresía, la fanfarronería y la omnipotencia crean el clima más común entre los "machos". El resultado es previsible: el hombre se siente solo, creyendo que es un caso único, excepcional y además, incurable. No es nada extraño que para calmar la ansiedad y probarse, el hombre de 40-45 tenga aventuras amorosas con mujeres a veces mucho más jóvenes que él. O incluso, que salga en repetidas oportunidades con mujeres ocasionales, pagadas, por supuesto. Como es de suponer, este "método de diagnóstico y/o terapia" no resulta; a veces agrava más el problema: el "macho" encuentra el "documento" de que está "terminado", que ya "no funciona" y supone que algo grave le sucede.
También existen los que se transforman en Don Juanes seductores para darse mayor tranquilidad y confianza, los que asedian a las amigas o esposas de amigos. En el extremo, están los que frecuentan "casas de masajes" o "saunas", o prostitutas, donde la máquina del dinero ha sustituido al afecto, el tiempo tranquilo, las caricias con amor y, sobre todo, la presencia del otro global, como una totalidad comprensiva. Es muy reciente la lucha contra la ignorancia. El material interesante y valioso escrito por colegas serios responsables, se mezcla con material muy ostentoso y burdo, con fines claramente comerciales. La represión que hemos vivido durante décadas, hace que muchas veces una sala de masajes sea la única "fuente de consulta" de un hombre angustiado.
Sin embargo, cada día son más los hombres capaces de confesar sus problemas a un clínico o a un Urólogo, de la misma manera que las mujeres hace tiempo ya se los confiesan a su Ginecólogo/a.
4. Un repaso evolutivo: el ciclo sexual masculino.
Los estudios modernos, incluídas las experiencias clínicas, demuestran que el varón alcanza su máximo desarrollo sexual biológico aproximadamente, entre los 17 y 23 años. ¿Qué significa esto? Significa el poder responder velozmente y en forma repetida a los estímulos eróticos. Es casi un ser infatigable. En muchísimos casos, el joven varón de 18-23 años, es capaz de alcanzar la erección en cuestión de segundos, con solo imaginar una escena erótica, y tener más de una eyaculación sin perder totalmente la erección. El llamado período refractario es sumamente breve, tal vez a los 5 o 10 minutos puede ser reestimulado con buena respuesta eréctil, y por lo tanto, es capaz, no sólo de penetrar varias veces en el transcurso de horas a su compañera, sino de tener más de un orgasmo, sin retirar el pene de la vagina.
Nuestra sociedad nos ha educado predominantemente en la hipocresía de la doble moralidad y en verdaderos mensajes paradojales: "No debes hacerlo. Pero hazlo, igual lo harás". Habitualmente los jóvenes buscan satisfacer su sexualidad a través de prostitutas, o tomando la iniciativa de cortejar a jovencitas de su misma edad o un poco menores. Algunos llegan a tener relaciones sexuales que, como están cargados de ansiedad y culpa, son fuente de eyaculaciones precoces y anorgásmias (*) femeninas. El rol de la mujer, habitualmente, es el de la jovencita seducida contra su voluntad, o de la inocente víctima de un "hombre agresivo". Todo este panorama, felizmente, se está modificando bastante en los últimos años. Probablemente nuestros hijos no tengan ya estas preocupaciones con los suyos propios. Entre los 20-30, se producen en los varones cambios manifiestos en las costumbres sexuales. La responsabilidad por ganar el sustento, por formar un hogar va moderando y seleccionando progresivamente el ritmo sexual. Las etapas finales de la adolescencia, van cediendo paso a la calma social y al ejercicio progresivo de la capacidad de crear y procrear.
Ya después de los 30-35 años, han quedado atrás las cúspides biológicas de los 18. Raramente el hombre puede gozar de un orgasmo múltiple. Se ha ido espaciando cada vez más el llamado período refractario y la frecuencia de coito no excede la de 3 por semana en una vida matrimonial regular. En forma franca, mejora la vida sexual en cuanto a calidad, y la seguridad interior ha aumentado notablemente.
Sin embargo, pese a alcanzar la madurez en materia sexual , el hombre de esta edad comienza a ser muy sensible a los cambios en el medio exterior. Estos cambios pueden hacerse sentir directa o indirectamente en su vida sexual, la mayor parte de las veces en forma transitoria. Comienzan a aparecer variaciones notables, que dependen del estilo de cada hombre y cada pareja.
La enorme cantidad de problemas cotidianos a que se ve sometida una pareja, vuelve inevitable que el hombre, la mujer, o ambos, padezcan algún problema en el área sexual. La ignorancia, la falta de comunicación entre ambos, la carencia de conocimientos de las personas o profesionales a quienes se consulta, los mitos, siguen cobrando víctimas, muchos más, por supuesto, que los posibles problemas orgánicos. Nos estamos refiriendo a las edades entre 30 y 40 años. La exigencia mitológica de tener el pene rígido y "durar" mucho tiempo, pese a tener problemas por no poder pagar la luz y el gas a fin de mes, o haber sido despedido del trabajo, sigue haciendo estragos en los hombres de esta edad.
Muchos hombres sienten la falta de novedad en la relación sexual, sin nada que descubrir, con todos los pasos y las escenas marcadas muy de antemano. Una de las manifestaciones más comunes entre los 40y los 50 años se refiere al hecho de cuál de los esposos toma la iniciativa de tener un acto sexual. También, o por motivos de costumbres "machistas" e "inferioridades" mitológicas femeninas (una mujer debe esperar siempre; nunca debe avanzar primero), los primeros años de matrimonio transcurren con el hombre proponiendo o "buscando" a su esposa. Este tipo de interacción tiene sus excepciones, por supuesto, pero de un modo general, es aplicable a casi todos los matrimonios de nuestra cultura.
El hombre acostumbrado a esta modalidad puede llegar a tener problemas cerca de los 40-45 años. ¿Por qué? Porque la mujer, aún cuando después de 10 años de vida en común esté necesitada de relación sexual, o interesada en un juego amoroso intenso, no se lo solicitará a su esposo; tenderá a inhibirse y a dejarle paso a él. Como de costumbre. Un hombre, tomado por la idea de una declinación sexual por estar pasando problemas laborales o afectivos, puede llegar a sentir a los 40 años que su mujer se desinteresa de él, que lo abandona a su suerte, que no lo excita, que no se preocupa por su salud o su "envejecimiento prematuro". Para colmo de males, la falta de iniciativa y la fuerte inhibición de ella, pueden agravar la situación. A esta edad, como quedó dicho anteriormente, los reflejos eréctiles no son los mismos que aquellos de 15 ó 20 años atrás. Se tornan necesarias la comunicación afectiva, la estimulación intensa mutua, la paciencia y la tolerancia. El hombre que encuentre en su mujer a una compañera con iniciativa proporcionadora de tranquilidad y confianza, no tendrá ningún problema. La iniciativa sexual suele ser transitoria y, como cualquier otra crisis, evoluciona y pasa.
Pero un altísimo número de hombres tienden a malinterpretar estas reacciones y a sobredimensionar las costumbres "pasivas" o faltas de iniciativa de sus compañeras. Creen que su vida sexual toca a su fin. A la inhibición habitual de la mujer se suma ahora la angustia del marido. El resultado es fácilmente imaginable: un espaciamiento progresivo de la relación sexual, un miedo progresivo a probar "a ver qué pasa esta noche", una necesidad progresiva de consultar con alguien y una gran vergüenza de hacerlo.
Nuestra sociedad nos ha educado predominantemente en la hipocresía de la doble moralidad y en verdaderos mensajes paradojales: "No debes hacerlo. Pero hazlo, igual lo harás". Habitualmente los jóvenes buscan satisfacer su sexualidad a través de prostitutas, o tomando la iniciativa de cortejar a jovencitas de su misma edad o un poco menores. Algunos llegan a tener relaciones sexuales que, como están cargados de ansiedad y culpa, son fuente de eyaculaciones precoces y anorgásmias (*) femeninas. El rol de la mujer, habitualmente, es el de la jovencita seducida contra su voluntad, o de la inocente víctima de un "hombre agresivo". Todo este panorama, felizmente, se está modificando bastante en los últimos años. Probablemente nuestros hijos no tengan ya estas preocupaciones con los suyos propios. Entre los 20-30, se producen en los varones cambios manifiestos en las costumbres sexuales. La responsabilidad por ganar el sustento, por formar un hogar va moderando y seleccionando progresivamente el ritmo sexual. Las etapas finales de la adolescencia, van cediendo paso a la calma social y al ejercicio progresivo de la capacidad de crear y procrear.
Ya después de los 30-35 años, han quedado atrás las cúspides biológicas de los 18. Raramente el hombre puede gozar de un orgasmo múltiple. Se ha ido espaciando cada vez más el llamado período refractario y la frecuencia de coito no excede la de 3 por semana en una vida matrimonial regular. En forma franca, mejora la vida sexual en cuanto a calidad, y la seguridad interior ha aumentado notablemente.
Sin embargo, pese a alcanzar la madurez en materia sexual , el hombre de esta edad comienza a ser muy sensible a los cambios en el medio exterior. Estos cambios pueden hacerse sentir directa o indirectamente en su vida sexual, la mayor parte de las veces en forma transitoria. Comienzan a aparecer variaciones notables, que dependen del estilo de cada hombre y cada pareja.
La enorme cantidad de problemas cotidianos a que se ve sometida una pareja, vuelve inevitable que el hombre, la mujer, o ambos, padezcan algún problema en el área sexual. La ignorancia, la falta de comunicación entre ambos, la carencia de conocimientos de las personas o profesionales a quienes se consulta, los mitos, siguen cobrando víctimas, muchos más, por supuesto, que los posibles problemas orgánicos. Nos estamos refiriendo a las edades entre 30 y 40 años. La exigencia mitológica de tener el pene rígido y "durar" mucho tiempo, pese a tener problemas por no poder pagar la luz y el gas a fin de mes, o haber sido despedido del trabajo, sigue haciendo estragos en los hombres de esta edad.
Muchos hombres sienten la falta de novedad en la relación sexual, sin nada que descubrir, con todos los pasos y las escenas marcadas muy de antemano. Una de las manifestaciones más comunes entre los 40y los 50 años se refiere al hecho de cuál de los esposos toma la iniciativa de tener un acto sexual. También, o por motivos de costumbres "machistas" e "inferioridades" mitológicas femeninas (una mujer debe esperar siempre; nunca debe avanzar primero), los primeros años de matrimonio transcurren con el hombre proponiendo o "buscando" a su esposa. Este tipo de interacción tiene sus excepciones, por supuesto, pero de un modo general, es aplicable a casi todos los matrimonios de nuestra cultura.
El hombre acostumbrado a esta modalidad puede llegar a tener problemas cerca de los 40-45 años. ¿Por qué? Porque la mujer, aún cuando después de 10 años de vida en común esté necesitada de relación sexual, o interesada en un juego amoroso intenso, no se lo solicitará a su esposo; tenderá a inhibirse y a dejarle paso a él. Como de costumbre. Un hombre, tomado por la idea de una declinación sexual por estar pasando problemas laborales o afectivos, puede llegar a sentir a los 40 años que su mujer se desinteresa de él, que lo abandona a su suerte, que no lo excita, que no se preocupa por su salud o su "envejecimiento prematuro". Para colmo de males, la falta de iniciativa y la fuerte inhibición de ella, pueden agravar la situación. A esta edad, como quedó dicho anteriormente, los reflejos eréctiles no son los mismos que aquellos de 15 ó 20 años atrás. Se tornan necesarias la comunicación afectiva, la estimulación intensa mutua, la paciencia y la tolerancia. El hombre que encuentre en su mujer a una compañera con iniciativa proporcionadora de tranquilidad y confianza, no tendrá ningún problema. La iniciativa sexual suele ser transitoria y, como cualquier otra crisis, evoluciona y pasa.
Pero un altísimo número de hombres tienden a malinterpretar estas reacciones y a sobredimensionar las costumbres "pasivas" o faltas de iniciativa de sus compañeras. Creen que su vida sexual toca a su fin. A la inhibición habitual de la mujer se suma ahora la angustia del marido. El resultado es fácilmente imaginable: un espaciamiento progresivo de la relación sexual, un miedo progresivo a probar "a ver qué pasa esta noche", una necesidad progresiva de consultar con alguien y una gran vergüenza de hacerlo.
4.1 Dos factores condicionantes en la vida sexual de la mediana edad: los niños y el trabajo
Examinaremos dos factores externos, incidentes en forma diferente en los problemas sexuales habituales de un hombre de 40-45 años. Los niños suelen ser muy bullangueros, e interrumpir o impedir el acto sexual o los momentos íntimos de los padres. Cuando son muy pequeños, las exigencias de los llantos o los pedidos intempestivos son fácilmente controlables, pero el cansancio lógico que provocan, es un factor negativo para un placentero relacionamiento en la intimidad.
Cuando son adolescentes, es frecuente constatar la imposibilidad de encontrar espacios y tiempo para quedar a solas. Es obvio que cuando los niños o adolescentes están más conectados con el acontecer en derredor de ellos, más preocupados estarán los padres por el miedo a ser descubiertos durante una relación sexual. En algunas parejas esta preocupación puede llegar a ser patológica, y llevarlos a olvidar por completo el derecho de disfrutar de su capacidad amatoria. Esta parejas creen que la imagen que deben dar a sus hijos es la de padres rígidos, austeros y sin intimidad. Después de tantos miedos y prevenciones, cuando por fin el encuentro puede darse, en el silencio de la medianoche, ambos cónyuges están cansados y muchas veces, sin motivación. No es extraño que la erección, la calidad de las caricias, el tiempo dedicado a estimularse y darse placer, sean exiguos; el resultado es un deterioro progresivo del erotismo, que deja paso al hastío y/o la hostilidad.
En realidad los niños desean que sus padres sean cariñosos incluso entre ellos. Los niños necesitan saber que sus padres tienen entre ellos vida íntima, aunque no pueda ser publicitada, exhibida ni comentada. El erotismo sexual es una experiencia que debe ser concebida y experimentada en la intimidad, lo cual no quiere decir sequedad, cortedad, inhibición, silencio absoluto. Los niños necesitan saber que los padres tienen vida sexual entre ellos, aunque no frente a terceros. Explicar esto con palabras y ejemplos adecuados, suele calmar a los niños. Agregar un cerrojo a la puerta del dormitorio es el otro paso importante. Todo esto, incluso, forma parte de la educación sexual saludable, tendiente a guardar recuerdos benéficos cuando estos niños crezcan sin tabúes (*) y sin hipocresías.
El trabajo es el segundo gran tema preocupante en la mente de los hombres de mediana edad. Cuando hablamos de trabajo, incluimos también actividades extra-hogar: carrera, profesión, oficio, tareas en la comunidad, pasatiempos, hobbies, relación con amistades, etc. Es deseable que un hombre a esta altura de la vida crezca, se empeñe en mejorar, compita y disfrute de sus triunfos, aunque aparentemente sean muy pequeños. Pero nos referimos a la exageración de estas actividades, en detrimento de la relación de pareja. El argumento habitual de estos hombres, es que si no lo hacen ahora, ¿cuándo? Pero el problema suele ser el proporcionar bienes o vida material a la familia o los hijos, pero casi nada de ellos mismos. La esposa y los hijos lo ven cada día más preocupado con el trabajo o la profesión y acaban teniendo poco contacto con él. Y se supone que a esta edad, es cuando más necesita el hombre del apoyo emocional de su familia.
Cuando son adolescentes, es frecuente constatar la imposibilidad de encontrar espacios y tiempo para quedar a solas. Es obvio que cuando los niños o adolescentes están más conectados con el acontecer en derredor de ellos, más preocupados estarán los padres por el miedo a ser descubiertos durante una relación sexual. En algunas parejas esta preocupación puede llegar a ser patológica, y llevarlos a olvidar por completo el derecho de disfrutar de su capacidad amatoria. Esta parejas creen que la imagen que deben dar a sus hijos es la de padres rígidos, austeros y sin intimidad. Después de tantos miedos y prevenciones, cuando por fin el encuentro puede darse, en el silencio de la medianoche, ambos cónyuges están cansados y muchas veces, sin motivación. No es extraño que la erección, la calidad de las caricias, el tiempo dedicado a estimularse y darse placer, sean exiguos; el resultado es un deterioro progresivo del erotismo, que deja paso al hastío y/o la hostilidad.
En realidad los niños desean que sus padres sean cariñosos incluso entre ellos. Los niños necesitan saber que sus padres tienen entre ellos vida íntima, aunque no pueda ser publicitada, exhibida ni comentada. El erotismo sexual es una experiencia que debe ser concebida y experimentada en la intimidad, lo cual no quiere decir sequedad, cortedad, inhibición, silencio absoluto. Los niños necesitan saber que los padres tienen vida sexual entre ellos, aunque no frente a terceros. Explicar esto con palabras y ejemplos adecuados, suele calmar a los niños. Agregar un cerrojo a la puerta del dormitorio es el otro paso importante. Todo esto, incluso, forma parte de la educación sexual saludable, tendiente a guardar recuerdos benéficos cuando estos niños crezcan sin tabúes (*) y sin hipocresías.
El trabajo es el segundo gran tema preocupante en la mente de los hombres de mediana edad. Cuando hablamos de trabajo, incluimos también actividades extra-hogar: carrera, profesión, oficio, tareas en la comunidad, pasatiempos, hobbies, relación con amistades, etc. Es deseable que un hombre a esta altura de la vida crezca, se empeñe en mejorar, compita y disfrute de sus triunfos, aunque aparentemente sean muy pequeños. Pero nos referimos a la exageración de estas actividades, en detrimento de la relación de pareja. El argumento habitual de estos hombres, es que si no lo hacen ahora, ¿cuándo? Pero el problema suele ser el proporcionar bienes o vida material a la familia o los hijos, pero casi nada de ellos mismos. La esposa y los hijos lo ven cada día más preocupado con el trabajo o la profesión y acaban teniendo poco contacto con él. Y se supone que a esta edad, es cuando más necesita el hombre del apoyo emocional de su familia.
4.2 Algunos déficits en la edad mediana, provocadores de dificultades sexuales.
4.3 Un déficit importante: la pérdida de la comunicación.
Es una de las quejas más comunes. Habitualmente en una pareja es la mujer quien se queja de este problema; el hombre considera "poco masculino" estar hablando de sus necesidades o sentimientos. Durante los primeros años, probablemente, la comunicación en cantidad y calidad era suficiente, cuando el hombre llega a los 40-45 años, se modifica el tipo de necesidad y aún la calidad de relación íntima. También los temas a comunicarse se van transformando y, en muchos sentidos, se torna necesaria una profundización de los mismos. La necesidad de ambos cónyuges es de un compromiso mayor, con el énfasis puesto en el tema de la relación de pareja, los gustos de ambos, los sentimientos envueltos. No se trata de imposiciones tales como: "Yo quiero o querría esto si no, no hago tal cosa"; más bien sería: "Yo quiero esto. Tú, ¿qué querrías?"
Es lógico que, pese a los largos años juntos, puedan existir aristas de hostilidad y desconfianza, pero la experiencia demuestra una fuerte dosis de fantasía en las actividades defensivas de los cónyuges, por sobre las razones reales concretas. En cuanto al relacionamiento sexual, es importante efectuarse pedidos específicos de estimulación. Es muy común la pareja que tras 10-15 o más años de buena relación íntima, tenga un problema sexual después de algún acontecimiento estresante o alguna pérdida afectiva. Ahora la erección o la eyaculación falla total o parcialmente, y es necesario reiniciar el contacto íntimo como si acabaran de conocerse.
Entonces aparecerán la inhibición, la vergüenza y, también, el descubrimiento: el hombre tiene perturbados los reflejos muy sensibles de la erección y necesita que su mujer sea paciente y le proporcione estímulos delicados durante mucho más tiempo que antes. Hace 10 años, la erección se producía "sola". Quiere decir: sin necesidad de mucha participación de la mujer. Ahora, después de los 40 años de edad, las caricias activas de ella son casi imprescindibles. El marido no tiene una enfermedad grave ni está "acabado", ni se ha vuelto un "degenerado". Simplemente, retornar a un entrenamiento a esta edad, exige un poco más de esfuerzo y paciencia. Aquí, la comunicación íntima de las necesidades, de los miedos, de los pensamientos que nunca antes pudieron ser mencionados, se vuelve casi imperiosa.
En muchas ocasiones no se tiene ni siquiera el vocabulario para referirse al pene o a la vagina, o al clítoris. Hay parejas que se sienten más cómodas hablando en lenguaje culto, otras no. Carece de importancia. Lo esencial es que se comuniquen. Para la comunicación íntima, es necesario el lenguaje no verbal. El hombre debe indicar a su mujer dónde y cómo desea ser acariciado. La comunicación no verbal es importantísima, pero es de desear que no reemplace a la comunicación hablada de los sentimientos, de las necesidades y de los temores mutuos.
Es lógico que, pese a los largos años juntos, puedan existir aristas de hostilidad y desconfianza, pero la experiencia demuestra una fuerte dosis de fantasía en las actividades defensivas de los cónyuges, por sobre las razones reales concretas. En cuanto al relacionamiento sexual, es importante efectuarse pedidos específicos de estimulación. Es muy común la pareja que tras 10-15 o más años de buena relación íntima, tenga un problema sexual después de algún acontecimiento estresante o alguna pérdida afectiva. Ahora la erección o la eyaculación falla total o parcialmente, y es necesario reiniciar el contacto íntimo como si acabaran de conocerse.
Entonces aparecerán la inhibición, la vergüenza y, también, el descubrimiento: el hombre tiene perturbados los reflejos muy sensibles de la erección y necesita que su mujer sea paciente y le proporcione estímulos delicados durante mucho más tiempo que antes. Hace 10 años, la erección se producía "sola". Quiere decir: sin necesidad de mucha participación de la mujer. Ahora, después de los 40 años de edad, las caricias activas de ella son casi imprescindibles. El marido no tiene una enfermedad grave ni está "acabado", ni se ha vuelto un "degenerado". Simplemente, retornar a un entrenamiento a esta edad, exige un poco más de esfuerzo y paciencia. Aquí, la comunicación íntima de las necesidades, de los miedos, de los pensamientos que nunca antes pudieron ser mencionados, se vuelve casi imperiosa.
En muchas ocasiones no se tiene ni siquiera el vocabulario para referirse al pene o a la vagina, o al clítoris. Hay parejas que se sienten más cómodas hablando en lenguaje culto, otras no. Carece de importancia. Lo esencial es que se comuniquen. Para la comunicación íntima, es necesario el lenguaje no verbal. El hombre debe indicar a su mujer dónde y cómo desea ser acariciado. La comunicación no verbal es importantísima, pero es de desear que no reemplace a la comunicación hablada de los sentimientos, de las necesidades y de los temores mutuos.
4.2.2 El déficit en la experimentación: el fantasma de la rutina
Cualquier interacción humana, pasado algún tiempo de desarrollo, tiende a ser rutinaria. Mucho más la vida en común de una pareja matrimonial. Los pasos a dar ya se conocen, los estilos de reacción y los sentimientos relacionados son previsibles, y se acaba perdiendo el interés y el encanto. Las relaciones eróticas sufren también de este "mal de rutina", pese a que su objetivo central es proporcionar goce y placer.
Hay algunos indicadores sobre los cuales se instala la rutina: el horario, el lugar, la posición erótica adoptada, quién de los dos toma la iniciativa, el día de la semana elegido, la ropa íntima a usar, etc. Por otra parte, ninguno de los dos, marido ni esposa, se permiten sugerir o directamente innovar, provocar algún cambio. La rutina va apagando poco a poco la capacidad creativa y va durmiendo lentamente algunos sentimientos. A veces, tomando uno o dos de los indicadores comentados, los maridos consiguen "milagros". Las esposas suelen ser sensibles a eso. Podría ser cambiar el horario de la relación íntima, o el lugar, aun dentro de la misma habitación. No es necesario un viaje al mejor hotel de la Bahamas.
En resumen: la declinación sexual de la edad media de la vida, es un mito (*), como muchos otros. Si se lo toma en cuenta y adquiere características de obsesión, es muy posible que se produzca realmente la declinación. Pero, sin embargo, la crisis inevitable producida alrededor de los 40 a los 50 años o a los 10 o 15 años de matrimonio, tiene muchas posibilidades de ser aprovechada. Se ha ganado experiencia, se han cosechado algunos dolores, pero se pueden invertir energías en el relacionamiento cotidiano con la persona que hemos elegido hace ya tiempo.
En caso de no poder, se producirá un cambio diferente, casi siempre más doloroso. El hombre tendrá que aprender, aunque sea por un tiempo breve, a vivir solo.
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